Y es que con el paso del tiempo he llegado a pensar de que, en esta ciudad entre las montañas, las maricas están diseñadas para ser más mujeres que las mismas mujeres en naturaleza, ellas nacen siendo supuestamente hombres pero su vagina psicológica es tan grande y monstruosa que opaca su ser, transformándolas en sucias criaturas que no conocen el valor del honor.
Este tipo de engendros se auto impone un rol de pasividad desgarradoramente desagradable que encierra todas las cosas malas de las mujeres y las exagera en inconmensurables cantidades, ellas no saben que una marica puede ser una flor de la pradera, pero para ser una marica hay que ser hombre.
Ser hombre es ser real, es respetar el honor y la palabra; es enfrentarse ante el dragón para proteger la rosa, y no como muchas que son la rosa que se cree el dragón. Dragón que después de muy poco tiempo se revela en una sabandija a la cual no quieres volver a ver. A la cual suprimes de tu vida y reafirmas tu elección cuando la sabandija tampoco se arrastra.
Bien idos los que se hacen echar, y bienvenidos todos los que no se han echado (todavía), la verdad niñas me siento muy regia ejerciendo la puticidad como para amargar mi existencia pidiendo peras a un olmo.
"Aprende a querer la espina o no ames la rosa, yo me pregunto: y
si la rosa está seca que?"